Esta historia es algo que venía rumiando desde hace tiempo y que se ha desencadenado en mi mente a raiz de un post de
Chica con Falda roja. El asunto va de géneros, de reivindicaciones históricas y abstracciones sexuales. De todos es sabido que las generalizaciones son una mentira tan grande como las experiencias particulares en las que se basan. Sea como fuere , lo cierto es que, como representante del género masculino, considero que el cuento exigía una justa contrapartida. Todo refrán , por así decirlo, tiene una antítesis, toda fábula posee su némesis y no estaría bien escatimar al público femenino el reflejo de la historia. Sí: todos hemos tenido una amiga que se queja de que su novio la trata como a un objeto, todos hemos oido hablar alguna vez de esos machos cuya sensibilidad y galantería aflora siempre sospechosamente al mismo tiempo que su erección. ¿Qué perseguirán estos sujetos sediciosos con tanto mimo y cariño?, ¿ a qué viene esa súbita amabilidad?. Para saberlo a ciencia cierta, basta con echarle un ojo a sus braguetas. Basado en hechos reales. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
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Andrés está contento. Acaba de salir del trabajo y está agotado. A pesar de todo, la savia de su ánimo fluye como nunca. Está ansioso por volver a casa y tirar su cuerpo en el sillon, encender la tele y besar a su mujer en el cuello y en los tobillos. Nota como su deseo se multiplica al pensarlo. Llega a su casa pero su mujer no está. Ella aún tarda media hora más en llegar. Cuando entra besa a su mujer en el cuello como se había prometido a sí mismo pero nota como ella se aparta.
- Tengo que ducharme. Si me disculpas.
- Buena idea. Ya lo había pensado. ¿Baño o ducha?.
- Ducha, no tengo paciencia para más.
Andrés se apresura y abre el grifo del agua caliente mientras su mujer se desviste. Sin que ella lo sepa, se introduce en el plato de ducha para darle una sorpresa.
-Pero mira que eres bobo. Hoy estás simpático, ¿eh?.
- Yo creía que lo era siempre.
- Siempre que te interesa.
Andrés hace oidos sordos y sale del plato de ducha decepcionado. Se seca y se marcha a la cama. Coge el mando y enciende el televisor. Luego llega su esposa. Desnuda y aún ligeramente húmeda, se introduce bajo las sábanas como una diosa áspera. Andrés no puede dejar de mirarla cuando se quita la toalla. El deseo le eriza la piel. De repente, se siente muy solo y decide empezar a romper el hielo de la única forma en que sabe hacerlo.
- ¿ Sabes?. Hoy fue un día bastante perro. Trabajamos mucho, pero la jefa no estaba. Eso supone una gran diferencia. Lo peor no es trabajar: lo peor es el látigo. Todo el mundo estaba agobiado y sonreía a la vez: era extraño.
Andrés empieza a reir. Vuelve a estar contento.
-Y tú, ¿que tal tú?.
- Mi trabajo no es como el tuyo.
- Ya, pero ¿lo pasaste bien?.
-¿Desde cuándo te interesa?.
Andrés vuelve a tragarse su ánimo. Algo le pasa a mi mujer, piensa. Está amargada por alguna razón. Repasa mentalmente la lista de sus pecados y no halla ninguno excepcional. Decide atajar camino y besarle el cuello, luego la nuca, más tarde los pechos hasta conseguir chuparle el ombligo. Pero ella finalmente lo frena antes del llegar al pubis ansiado.
-¿ Qué pasa?, ¿ se puede saber qué es lo que te pasa?.
- No tengo ganas. ¿ Tan dificil es de entender?, ¿ es que no puedes ser simplemente amable sin que haya sexo de por medio?, ¿ es que es eso lo único que quieres de mí?.
Andrés bufa resignado. Tres semanas oyendo la misma cantinela. Hasta ahora se ha contenido, pero su paciencia comienza a agotarse.
- ¿ Cómo puedes ser tan egoista?.
- ¿ Cómo?.
Clara aún no puede creerse lo que está oyendo.
- E-go-is-ta; ¿quieres que lo repita?. Hace ya casi un mes que lo único que consigo de ti son excusas infantiles, estupideces para justificar que no quieres hacer el amor. Dílo claramente y no me cuentes historias. No te preocupes: nadie te va a obligar a nada. Y si te disgusta que sea amable porque piensas que lo único que persigo es tu vagina, no te preocupes: no volveré a serlo. Seré como tú: áspero, desagradable, asexual. Y si alguna vez, en un lapso mental, te da por desearme, pensaré sin duda que no te interesa mi cuerpo, sino que lo haces para conseguir que sea amable contigo, que parece ser que es lo único que te da morbo.
- Andrés, ¿ no te das cuenta de que ya no eres el de antes? , ¿ no te das cuenta de que has cambiado, de que ya no eres tierno, de que ya no hablamos como antes?.
- ¿ Que yo no soy el de antes?. Genial. O sea, que no hallabas la forma de decírmelo y creiste que el chantaje sexual era lo más oportuno.
- No es chantaje sexual, Andrés. Te quiero y lo sabes.
- Me quieres, pero no te acuestas conmigo.
- ¿ Por qué no puedes entenderlo?.
- Porque sólo una mente enferma puede usar el sexo como una estrategia. Al menos yo no me dosifico. Las cosas van mal o van bien. Si nos vamos a la mierda, nos vamos a la mierda, pero yo nunca te he puesto límites. Nunca te he dicho que no, nunca he permitido que te sientas ridícula por desearme, nunca te he dicho que eres amable porque me deseas o que me deseas para que sea amable. Podría haberlo hecho: estaba en mi derecho. Pero no lo he hecho porque te quiero. Sí, soy hombre: para mí es fácil. El sexo para mí es importante, pero siempre he sido amable. Y si la cercanía del sexo me hace parecer aún más amable, eso es porque el deseo eleva mis sentidos. Disculpa si algunos aun tenemos sangre en las venas. El día que te enamoraste de mí el deseo que me consumía no te pareció tan grotesco.
- ¿ Qué quieres decir con eso?, ¿ es que piensas que yo no te deseo?¿ que ya no me importa nada?. Sólo quiero que las cosas sean distintas, que la inocencia vuelva, que hagamos cosas nuevas.
- Si te aburres mucho, échate un amante. Si no estás a gusto con tu vida, tal vez lo que necesitas es ponerle más entusiasmo. Pero si no encuentras razón alguna para abrir las piernas , avísame coño. Soy tu maldita pareja. Me he tragado meses enteros de mierda por tu culpa. Yo no sabía que estaba en crisis. No costaba nada y me hubieras ahorrado muchos días asquerosos.
- ¿ Qué quieres que diga?. Lo siento, Andrés, sabes que te quiero, pero siento que algo no funciona.
Andrés se ha quedado calllado después de la última revelación y está contemplando fijamente el rostro de su mujer. Las sábanas no son los suficientemente opacas y sus pechos aparecen detras del algodón como dos siluetas majestuosas. Piensa en que todo podría haber sido distinto esa noche, en lo mucho que la deseaba mientras la aguardaba en la casa vacía como un animal solitario. Pese a todo , aún está bellísima bajo las sábanas. Pero ya está todo dicho y acabado.El espejo se ha roto.
- Andrés.
-¿ Qué?.
Clara agarra del cuello a su marido y comienza a besarle dulcemente. Andrés tiene la sensación de estar viviendo una película a cámara lenta que le atrapa sin remedio. Ahora ella ha levantado las sábanas y tiene sus pechos al descubierto. Andrés casi cae al abismo. Ni él mismo sabe cómo ha escapado, pero en un último esfuerzo ha repasado la escena del crimen y se ha negado.
- No Clara. Ahora no. Ya sonó la campana. ¿No pretenderás acostarte conmigo siempre que te interesa?.