domingo, 4 de septiembre de 2005

Azar

No quería trabajar de día. En realidad nunca quise trabajar. Pero necesitaba el dinero y creí que durante la noche estaba a salvo de la subjetividad. Puestos a prostituirse, trabajar sin jefes y sin público es lo máximo a lo que se puede aspirar. Pero esta semana se me acabó el chollo: me cambiaron el turno. El lunes empecé de mañana y se desató la hoguera de las vanidades: clientes, opiniones, jefecillos, ordenes absurdas,compañeros, contraordenes, consejos, condescendencia,etc.
Hoy sin embargo, creí ver el sentido oculto de esta maniobra del destino. Mientras yo estaba en la caja cobrando a una vieja beata, entró Mercedes en el supermercado y se acercó hasta mi lado para coger un canasto. No la ví en un principio. Sólo tras levantarse después de agarrar el canasto me reconoció. Entonces Mercedes siempre me sonríe. No sé a quién sonríe, no a mí evidentemente: yo no soy el que ella cree que soy, yo no soy aquel chico de catorce años que le escribió mil cartas absurdas aquel verano cuando se marchó a Galicia. Ya hace mucho tiempo de eso y nunca hemos hablado. De cualquier manera, lo crea o no , ella me sonríe. Y se trata siempre de una sonrisa dulce que me deja indefenso como lo hacía cuando tenía quince años. Es una sonrisa tierna como diciendo que aún se acuerda. Claro, yo también me acuerdo. ¿ Cómo iba a olvidarlo?. Cada vez que me encuentro contigo zumba mi sentido arácnido. Las veces que nos hemos encontrado por ahí no he alcanzado más que a saludarte. Siempre estábamos de paso. Pero esta vez no, chica. Esta vez me has perturbado realmente. No he podido concentrarme más en la vieja beata y en la cuenta. Creo que he pasado productos que no existían por el scanner. Iba a abandonar la caja para buscarte por los pasillos del supermercado. Quería terminar la cuenta de la maldita vieja, pero después había otro carro lleno y otra vieja: no podía escapar. La vieja buscaba los céntimos en la talega que le servía de monedero con parsimonia cristiana. Daban ganas de abofetearla. Por primera vez he comprendido lo que decía Einstein del tiempo: cómo puede llegar a dilatarse. No sé cuántas veces habré girado el cuello buscando a Mercedes en la linea de caja hasta que he conseguido verla al otro extremo de donde me encontraba. Tenía que salir por la puerta principal, pasar por donde yo estaba , pero ¿y si había venido en coche y bajaba en ascensor hasta el parking?. No podía hacer nada, no podía dejar mi caja a mitad de un supercarro , de repenté me sentí burdamente alienado:¿ no es eso la explotación?, ¿ no es dejar que la belleza pase a centímetros de tí mientras al otro lado una anciana con un látigo te exige que te concentres en tu trabajo?.
Sin embargo, lo he conseguido: cuando Mercedes ya se marchaba con la compra, he abandonado mi puesto casi dos metros para gritar su nombre. Al oirlo, ella se ha girado y se ha acercado a mí. "¿ Tienes correo?", le he preguntado. Creo que me ha dicho que sí afablemente. Luego he arrancado de la impresora el ticket de la compra de la vieja beata y le he pasado el bolígrafo con el que los clientes firman los recibos de la Visa. Toda la cola se ha quedado esperando a que ella terminara de apuntar su dirección. Han sido sólo unos segundos de rebelión contra el capital. Suficientes y extraños.

4 comentarios:

Gabriel Noguera dijo...

Bien hecho.

Anónimo dijo...

Parece que al final sí que seguías siendo ese adolescente...

Esa es la parte de nosotros que nos empeñamos en negar y que posiblemente sea la única que merezca la pena en un mundo de adultos, lleno de responsabilidades y vacío de sentimientos.

Anónimo dijo...

No creo en el azar , o quizas creo en él de distinta manera.
Dependiente de cierta actitud personal .Puede que las circunstancias cambien a nuestro alrededor cuando nosotros somos más receptivos o simplemente que veamos con distintos ojos una misma realidad .
Hay que aprovechar el momento, cualquier dia es bueno para ser el primero y disfrutar a fondo de la mera posibilidad a veces lo es todo.

Anónimo dijo...

Hay que aprovechar el momento,(...)a veces lo es todo.

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