sábado, 6 de agosto de 2005

Navegando contra corriente

Tuve una profesora que en la cafetería siempre se sentaba con nosotros, los chicos. Recuerdo que mis compañeras no la tragaban. He conocido a algunas mujeres así: sólo se sienten cómodas rodeadas de hombres. La mayoría brillantes. Siempre me he preguntado qué buscaban. Pero siempre me ha resultado más fácil averiguar qué era lo que no deseaban. En el caso de mi profesora, bastaba con sentarse en la mesa de las chicas: cotilleos, insidias,envidias,maquillaje, trapos, chistes sobre novios,etc. Por eso, siempre que me cruzo con una mujer así , me interesa saber su opinión, averiguar la raiz y el motivo de ese exilio de género. Algunas incluso han sido francas y han tenido el coraje de explicar sus motivos. Mi profesora me contó, de forma ligeramente nihilista y tal vez excesiva, que por cada 20 alumnos brillantes sólo había una mujer que pudiera compararse. No hablaba de notas, ni de curriculum, ni de expediente académico. Para ella, en eso las mujeres eran casi siempre mejores. No, ella hablaba de " genialidad ".

A medida que me hago mayor, cada vez me interesan más las generalizaciones , los prejuicios. Aunque el mundo posmoderno y necio que habitamos, los tenga mal considerados, los prejuicios son los más personal y valioso que posee una persona. Un prejuicio al fin y al cabo no es más que una impresión formada a raiz de la experiencia de cada uno. Todos los tenemos. Y sin embargo no todos poseen la misma calidad. Un crítico insignificante no hace sino reflejar su estrechez de miras en cada uno de sus banales comentarios, pero una gran mirada enriquece el mundo en cada juicio. El talento consiste en la capacidad de rumiar la realidad y devolverle el golpe. Y esa habilidad exige una sincera dedicación y cierto sacrificio. También entusiasmo.Nada es gratis. El arte se paga y a veces sentarse con los hombres no es lo más cómodo.

El fondo de la cuestión no me interesa. A estas alturas, ya sabemos de sobra que el sexo es una ficción y que lo que único que existe es el talento o su falta.Sin embargo, me he topado con mujeres así, navegando contra corriente, con cierta frecuencia. Sus prejuicios siempre me han parecido más admirables que las opiniones normales del resto. Gastados, llenos de sangre y astillas como un libro muy usado, me recuerdan a una mano que se empeñara en aferrarse a la verdad y a la tierra.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Manolo, ten cuidado, creo que le dejas reflexionar demasiado a tu pene... esto va acabar pareciendo el descubrimiento desolador de un lemming al preguntarse por que núnca hay lemmings ancianos...
Un abrazo y a ver donde acabas reponiendo aquello...

B. dijo...

Dear Peter: mi pene es mi mejor prejuicio y la mayor piedra de toque de mi realidad. Al mismo tiempo es una ficción de lo más seria. No obstante , has despertado mi curiosidad: ¿ tienes una explicación válida para ese asunto de los lemmings?. Estoy seguro de que sí y de que la circunstancia de tu pene no alterará tus conclusiones. Te solicito, pues, humildemente que expongas tus prejucios públicamente para comprobar si están manchados de semen. Si no fuera así, tendrías la dudosa virtud de disfrutar de un pene nouménico. Yo no sé por qué los lemmings no llegan a viejos. Nunca me lo había planteado. Pero tienes razón: es desolador. Ahora que lo dices, veo sin duda que esa metáfora conlleva muchas implicaciones.Cada día te noto más lírico y socrático, Pedro, me confundes más que Marilyn Manson, tienes una habilidad portentosa para sembrarme de inquietud.Un abrazo para tí también. Imagina que te cojo la cabeza y te la remuevo cariñosamente y que un lemming anciano sale despedido de tu bulbo raquídeo gracias al vaivén y que , aprovechando la confusión y la sorpresa, se acerca al estanco a por unos cigarrillos después de 20 años de clandestinidad. Por cierto, ¿ qué es lo que tengo que reponer?,¿ein?.

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