A la gente le gusta pensar que cambia con el tiempo, que el paso de los años les ha transformado el carácter enteramente casi siempre para bien. La idea del cambio vital es muy prestigiosa y la madurez es un escalón que siempre nos lleva más alto. Sin embargo, cuando te encuentras a algunas personas al cabo del tiempo, si no fuera por la saliva que gastan intentando explicarte tantos cambios, te seguirían pareciendo esencialmente las mismas . Quizá ahora un poco más ridículas.
En general, una vez pasada la adolescencia y conformados los rasgos propios de la personalidad, nuestra visión del mundo y de las cosas queda inmortalizada como en una foto y, desde entonces, las personas ya cambiamos muy poco. Hay unos que tardan más en asentar los rasgos de lo que será su carácter definitivo y otros cuyo genio brota incontestable desde muy jóvenes, pero todos, llegados a cierto punto, solemos ser fieles a nuestra historia y a nuestros apetitos.
Es justo a partir de este momento cuando la vanidad comienza a alterar lo que la experiencia ya no logrará cambiar. Empezamos así a inventarnos relatos de evoluciones, de superaciones, de secretos por fin descubiertos, de desengaños que ya no son posibles después de todo lo que hemos aprendido y vivido. Mentira casi todo en su mayor parte, pues la vida nunca revela sus secretos a quienes no han tenido el coraje de vislumbrarlos a los veinte años. Pero, ante las personas que nos conocieron en el pasado, sentimos la necesidad de hacer literatura y rellenar los años con argumentos. Como sobrevivir no parece despertar el interés de la audiencia y menos aún el nuestro, hemos de enumerar apasionadamente las claves de nuestra nueva identidad, identidad que, además de nueva, tiene la virtud de ser tan incompatible con nuestras viejas convicciones como las nuevas versiones de windows lo son con las antiguas.
Pero somos los mismos, estamos en el mismo sitio y sentimos el mismo miedo: el miedo de que nuestra vida esté pasando como si nada.
1 comentario:
Miedo, a ser distintos, o simplemente a ser lo mismo. La cuestion al fin y al cabo es que siempre va a resultar que estamos dominados por el miedo. Siempre y cuando ese miedo sea nuestro bienvenido sea. Rellenar nuestras vidas con relatos de exposicion ante los otros no es mas que inventarnos a nosotros mismos. Nadie nos dio un manual de como vivir cuando nacimos, pero si es cierto que, y estoy completamente de acuerdo, si no encontramos lo que queremos inventar a los veinte annos, nunca vamos a encontrarlo. Por mucho miedo que tengamos, siempre nos quedara la mentira, de creernos que no tenemos miedo.
Tal vez solamente merezca la pena intentar, no tener miedo a ser siempre la misma persona, sobre todo si esa persona se parece mucho, a la que de pequennos sonnabamos que ibamos a llegar a ser.
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